martes, 10 de julio de 2012

H: He conocido a una chica, Gin.
P: ¿Qué clase de nombre es ese?
H: Pues el nombre de una loca, una que hace lo que le da la gana y no le da explicaciones a nadie.
P: Pasame la botella
H: Gin, solo ella puede tener ese nombre y que no te entren ganas de reírte. Me gustaría que la conocieras.
P: A mí también me gustaría, si estás aquí lloriqueando hablándome de ella debe ser especial.
H: Estaba en el garito al que siempre íbamos. La última vez que estuve fue contigo.
P: ¿Y qué? ¿Alguien me manda saludos?
H: No sé, parecía como si no conociera el sitio tío. La gente era la misma pero estaban todos cambiados.
P: Es el síndrome del campamento de verano.
H: ¿Qué es otras de tus teorías? ¿No?
P: Igual que el campamento.
H: ¡Ya estamos!
P: Y te lo pasas de puta madre. El mejor verano de tu vida piensas. Vuelves a casa y te tiras todo el año pensando en el próximo campamento, en volver a repetir todo mejor, y entonces llega y todo ha cambiado: los monitores, las chicas, tus colegas están raros, son extraños ya.
H: Mmmm...
P:Y caes, los mejores años fueron esos... los mejores... y nunca se van a repetir.
H: Veo a Katina. Está hecha una mujer. No te olvida Pollo.
P: ¿Y Babi? ¿La has visto?
H:  No me atrevo.
Pollo: Hay que perdonar, y perdonarse. Pasar página. ¿No tendrás un cigarrito?
H:  Pero si tu nunca has fumado amigo.
P: Es verdad.



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